EL BALCÓN HISTÓRICO DEL 19 DE ABRIL DE 1810 EN CARACAS, ES UNA RÉPLICA

Los constructores originales hicieron advertencias que no se tomaron en cuenta

Ciudad CCS / Luis Martín
Abril 9, 2019

En torno a la plaza del Mercado, ahora Plaza Bolívar, fue creciendo la ciudad y con ella el país y su historia, llena de protagonistas rebeldes que siempre apuntaron a la liberación de cualquier bota imperial, como sucedió aquel 19 de Abril.

Era el año 1810. Allí donde el pueblo caraqueño, guiado por la subversiva señal del canónigo José Cortés de Madariaga, mandó al mismísimo infierno al entonces Capitán General Vicente Emparan -acto que finalizó con el primer grito independentista elevado en esta patria–, hubo otro protagonista: el balcón de la Casa Amarilla. Y a este se referirán estas líneas. (De eso hace 209 años).

Si bien es cierto que estas tierras fueron pobladas desde tiempos ancestrales por pueblos caribes y arawacos, la propia evolución fue abriendo paso a construcciones que, por influencia eclesiástica y del poder instituido desde España, tenían forma propia con sello europeo antiguo. Datan de 1578 los inicios de lo que ahora conocemos como Casa Amarilla, allí, en ese mismo sitio.

El Depositario General y Regidor Perpetuo, don Antonio Tovar, era el propietario de aquel caserón de bahareque y horcones, que un siglo más tarde sería vendido por sus herederos al primitivo Cabildo caraqueño que buscaba expandir la cárcel principal. En esa negociación quedó como dueño el nuevo Regidor Perpetuo, don José de Sojo y Palacios, quien falleció en plenas negociaciones para que se remodelara la cárcel y otras construcciones, por lo que su “afortunada” viuda, doña Isabel María de Xedler, quedó en plenas facultades y poderes para las subsiguientes negociaciones.

Unos diez años más tarde, inicios de 17, el lado sur (hacia la actual esquina de las Monjas) se deslinda de la cárcel y en 1750 pasa a ser la nueva sede del Ayuntamiento.

PENDIENDO DE UN HILO
Muchos documentos refrendados por diversos cronistas de Caracas coinciden en que el procurador don Diego de Obelmejías se opuso a la construcción de ese balcón desde el que se echó a Emparan.

Pero no fue un capricho. Él basó su argumento en los informes de los expertos constructores y albañiles del momento, quienes explicaban que las dimensiones de dicha modificación (el balcón sería un anexo) generarían sobrepeso a la estructura original. Ello requería vigas de apoyo para evitar el presagiado derrumbe. Tales consideraciones fueron rechazadas por quien ponía la plata (políticos e Iglesia), el gobernador Fray Julián de Arriaga, de la Orden de San Juan. La obra se hizo. Allí nació la Independencia, pero dos años más tarde, con el terremoto del 26 de marzo, no quedó ni huella. También sufrió la estructura de la cárcel que se había prolongado hacia la actual esquina El Conde. Se inhabilitó toda la obra hasta que cuatro años más tarde se erigió en estilo clásico europeo, y funcionó durante la presidencia de José Antonio Páez, quien la convirtió en Casa de Gobierno.

Obelmejías trató de gerenciar bajo lo que dicta la lógica, pero se impuso el interés político, guiado por la ira que significaba el alzamiento que anteriormente había protagonizado en Caracas Juan Francisco de León. Aunque distan, una cosa tuvo que ver con la otra, porque así lo determina (y aún es así) la lógica política.

Por esas cosas estuvo latente la posibilidad de que no hubiésemos sacado a Emparan el 19 de abril, aunque muchos devotos cristianos consideran que el balcón resistió ese Jueves Santo el peso físico –e histórico por lo que significaba ponerle fin al imperio español–, porque estaba flanqueado y protegido por la divina imagen de Nuestra Señora de La Luz, que contaba (aún) con gran cantidad de seguidores en esa pujante Caracas.

… Lamentablemente, de ese lugar solo queda la recreación, la sustitución, la refacción. Si se hubiesen atendido las observaciones de Obelmejías, quizás hoy tendríamos, en original, tan especial sitio.

Hoy es Casa Amarilla, un edificio de arquitectura neoclásica.

LA CASA, ¿PORQUÉ ES AMARILLA?
En 1874 sería modernizado todo el edificio al estilo neoclásico bajo el mandato de Antonio Guzmán Blanco y la pupila arquitectónica de Juan Hurtado Manrique, a quien le correspondió replicar a manera de homenaje al descrito momento histórico algunos trazos (re) constructivos.

En 1813 el general Francisco Linares Alcántara es el primer habitante de la entonces Mansión del Presidente de la República, según la Ley emitida por el Congreso ese 4 de mayo. Desde entonces se llama Casa Amarilla, color de sus paredes y del Partido Liberal.

Seguidamente, por allí pasó Cipriano Castro y sucedido por Juan Vicente Gómez, quien el 28 de octubre de 1912 decide, por decreto, que fuese desde entonces el Ministerio de Relaciones Exteriores, como es hasta hoy.
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HISTORIAS DE NUESTRA GENTE / CIPRIANO CASTRO

Cipriano Castro se salvó por pegar un salto atlético…

CASTRO FUE UNO DE LOS PROTAGONITAS HISTÓRICOS DE LA ÉPOCA
La Casa Amarilla, caja de resonancia de la historia de Caracas y de Venezuela, levantada de ruinas tras embates naturales, sismos y quizás por algunos descuidos de sus constructores originarios, hoy es una pieza sagrada que fue decretada en 1979 Monumento Nacional por la Junta Protectora y Conservadora del Patrimonio Histórico y Artístico de la Nación.

No podía ser de otra manera, porque los grandes protagonistas de la historia nacional también jugaron un rol preponderante en torno a tan magnífica construcción, con capítulos que van desde lo histórico hasta lo mágico real.

Gran cantidad de gente falleció en los sótanos donde funcionaban cárceles que el poder español instauró para someter a quienes los adversaran. Quizás por eso, hay quienes aseguran oír de noche muchos ruidos que simulan grillos y gritos que denuncian las torturas a que fueran sometidas aquellas desafortunadas almas que hoy penan de Conde a Principal.

Otro pasaje curioso, pero real, grabado en el anecdotario criollo, atañe al entonces mandatario Cipriano Castro, nacido en Capacho, Táchira, el 11 de octubre de 1858. Cuentan que El Cabito, con motivo del terremoto del 28 de octubre de 19, en un acto más atlético que valiente, en aras de salvar su vida, saltó desde lo alto de uno de los balcones de la residencia presidencial, y al percatarse de estar sano y salvo pegó su primera gran carrera por los predios de la Plaza Bolívar…

Una nueva e histórica carrera del Cabito fue la que protagonizó –dicen que en estado de semiconciencia “y a la carrera”, debido a los calmantes con los que mitigaba sus quebrantos de salud– cuando mandó a fusilar al alzado general opositor Antonio Paredes para evitar sus pretensiones golpistas. Este quedó registrado como el único fusilamiento del siglo XX.

Y la otra gran carrera fue la que emprendió este líder del Partido Liberal, el 24 de noviembre de 1908, a bordo del buque Guadalupe, rumbo a Europa para tratarse una sífilis, además de su extrañísimo caso de una fístula entre la vesícula y el colon. Un día antes, Catro había encargado de la Presidencia al primer vicepresidente, su compadre y casi paisano Juan Vicente Gómez (La Mulera), en un nombramiento que aun es motivo de debate entre historiadores, si fue acierto o desatino. Esa sería la última carrera interna del exmandatario, que nunca más regresó, porque trascendió a otro plano, a la edad de 66 años en Santurce, Puerto Rico.

Así registra el anecdotario histórico criollo la relación del exmandatario andino que por “dejar el pelero” nos condenó a una dictadura de casi 30 años.

El Valle de Simón / H. Andrade


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